En foros y grupos de discusión de anime (y mangas, ranobes y todo lo relacionado con esta subcultura japonesa), ha nacido una frase que muchos aficionados abrazan con afán y lanzan como pedradas a los acosadores, aquellas personas que abiertamente desaprueban de lo que gustan: «No hay animes buenos ni malos. Solo son un medio para entretenerse. Es cuestión de gustos. Si no te gusta, no lo veas». Esta máxima, en realidad, no es propia del ambiente manganime iberoamericano, sino también se escucha en varios medios de arte, competencias y la vida en general. Es una mentalidad que tiene sus orígenes en ideas filosóficas más profundas, sin embargo la discusión sobre estas suposiciones filosóficas no caben dentro de este artículo. A fin de cuentas, creer que no hay animes malos ni buenos y que todo es cuestión de gusto es una muestra de temor hacia ser juzgado por otros, falta de capacidad para enfrentar conflictos de opinión interpersonales y, sobretodo, demuestra inmadurez.
Teniendo en cuenta este sofisma como veraz, uno se podría preguntar: ¿de veras hay necesidad de calificar las cosas que nos entretienen? ¿cómo se puede comprobar que no es cuestión de gustos? Para la primera pregunta, puedo llegar a entender por qué una persona no quisiera entrar en conflicto con otra por una cuestión que puede parecer simple: un anime. Por lo general en Iberoamérica el anime se ve como una vaina rara, una quimera oriental que debió de haberse quedado en la infancia y no debió de haber crecido para ser apreciado por jóvenes o adultos; y esto se relaciona con la noción subconsciente de que las caricaturas y los monos (y la fantasía en general) son para mocosos (que en este momento te aclaro que estoy en absoluto desacuerdo con esta noción). Si la sociedad en general ya ve a los aficionados de este arte como zombis, entonces ¿para qué nos peleamos entre nosotros si somos del mismo bando luchando contra una sociedad que desprecia lo que apreciamos? A la identidad que las aficionados del anime se han creado entre sí se le nombra el otaku, y ya que son las víctimas todos deberían de estar unidos en solidaridad mutua bajo el estandarte alzado del mundo manganime. Por lo tanto, si el anime es aquello que nos une, ¿para qué criticar los símbolos y la bandera que representa el corazón patriótico de los otakus? Para la segunda pregunta, con tantas personas que existen y con tantas series de diferentes géneros, es imposible que todos gusten de todo y, por lo tanto, es imposible crear una lista de buenas series y malas series, uno podría llegar a suponer: todo es subjetivo, y más en el arte. Estas respuestas son las que en general resumen los fundamentos del sofisma.
¿Cómo responder a estas dos maneras de negar la necesidad de evaluar el anime? Para la primera parte, que tengo entendido que muy poca gente consciente y explícitamente piensa así (aunque es posible que subconscientemente sea realidad), es necesario entender que el anime, aunque sea el estandarte del otaku, en realidad es sencillamente otro subgénero dentro del arte denominado como «cinematografía» o «cine». El manga, por otro lado, es sencillamente otro subgénero dentro del arte denominado «historieta». Y así sucesivamente. Es decir, el anime es otra forma de arte, y por lo tanto cae bajo el escudriño de los críticos y su debate, a veces académica, sobre qué constituye un buen anime. En este entender, el anime queda al desnudo, despojado de cualquier carga sentimentaloide que los fanáticos le puedan barnizar encima. Para la segunda pregunta, es necesario entender que no se puede aceptar cualquier cosa como buena solo porque entretiene a algunos o porque alguien se esforzó por hacerlo. Por ejemplo, en el patinaje sobre hielo, los jueces altamente entrenados califican a los participantes. Decir que es cuestión de gustos es como si un joven entra a la pista de hielo, se tira al piso y llora, diciendo que, ya que a alguien le va a gustar se espectáculo, los jueces no pueden descalificar su desempeño y que también tirarse al piso sin saber como patinar sobre hielo es igual que un patinador experto que lleva años practicando las piruetas y sus deslices (por favor, ¡no hagan llorar a Yuri!). El anime, aunque sea entretenimiento, es también arte. Y hay gente que, bajo su experiencia, califica las series y películas por varias razones: puede ser para guiar a los nuevo animevidentes sobre qué vale la pena ver o para sentirse parte de un élite de superotakus con los mejores gustas, depende de la persona. Mas la gente que tiene esta experiencia y estudio es la más adecuada para hacerlo, esto es sin despreciar la opinión de gente con menos experiencia. Sin embargo, también hay maneras de calificar y evaluar bien un anime; pero sobre cómo se debería de evaluar un anime hablaré en otra ocasión (aunque en general es igual que como se critica a cualquier otra serie).
La máxima de que los animes malos no existen y que todo es cuestión de gustos debe de tacharse por lo que es: un sofisma y una filfa. El público debe madurar y entender que tal como hay obras maestras, también hay chatarra; que cuando uno dice que cierta anime no es bueno a diferencia de otro, no está atacando a la persona que le gusta tal anime (y si sí está atacándola entonces el crítico deberá de madurar); que el debate sobre qué es un buen anime aporta un bien para todos. Esto último, especialmente porque queremos que en el futuro hayan mejores animes, de mejor calidad, obras maestras inéditas, y no conformarnos con un esfuerzo minúsculo para sacarnos el dinero del bolsillo. Por último, quisiera dejarles una expresión que una vez leí sobre filmes pero que quisiera adaptar al anime: los grandes animes son grandes por razones diferentes, pero los malos, son malos por las mismas razones.